La trama de esta novela viaja en tres relatos entrelazados. Primero, un personaje de nuestra historia política (Luis Muñoz Marín) cuya intención es autoanalizarse y escribir una novela para justificar sus acciones dentro de su momento histórico y de su conciencia. Luego, la invitación a Colaboradores que reaparecen en esa segunda intriga: la novela, en búsqueda de sentido y comprensión de los hechos revividos. Finalmente, los lectores cuyas vidas se enraman a la acción como espectadores que también deben tomar decisiones en y frente a la historia. El tiempo y los silencios son también protagonistas. Ese tiempo dentro del tiempo provoca oportunidad de encuentros, cambios, confrontaciones. Al fin y al cabo, somos los actores, lejanos o cercanos, observadores o cómplices, pero nunca omniscientes que sufren las consecuencias de las decisiones tomadas por los gobernantes o figuras respetadas por el pueblo. Sin embargo, la vida ofrece oportunidades para rumiar las vivencias ajenas y personales. Desde este ángulo, el libro nos invita a considerar la vida y exponernos al juicio de la historia (fuera de ésta o sumergidos en ella) en un presente continuo de reflexión sincera.
El ruido del auto me despertó sobresaltado. Las seis y media de la mañana. El sol apenas había salido. Quique, la noche anterior, lo había dejado estacionado justamente al lado de la única ventana que daba a mi habitación. Le había pedido que me arreglara todo para estar unos días en Jájome. En cuanto a él, no estaba preocupado, sus miradas eran muy claras, su mensaje empático también. De pronto escuché el sonido del motor que se alejaba más y más. A la vez sentía cómo la soledad se hacía más presente; era mi compañía. Afuera un toro gemia. Será el toro de la miseria.
Todavía sentado en el borde de mi cama, me llamó la atención un pequeño rayo de sol que se filtraba como intruso por la parte superior de la ventana. Este ofrecía suficiente luz como para ver los periódicos, cartas, papeles regados a mi lado. Los había olvidado, aunque me acompañaron la noche anterior.
Salí de la habitación al comedor y fui recibido por el fuerte olor a café recién colado. Quique, como siempre, lo había dejado todo a mi gusto. Para corresponder más a mis antojos, añadió un pedazo de bizcocho esponjoso y dos palitos de Jacob de La Bombonera. Sentado en la mesa del pequeño comedor, tomaba mi café.
La mente se escapó a la noche anterior. Traté de evadir aquellos pensamientos que se habían convertido en pesadilla, pero fue imposible. Un miedo antiguo me rodeaba; el que produjo la insurrección nacionalista. Me sentía agachapado, tirado en el piso debido a las balas de retórica. Proyectiles enviados por aquellos más allegados y ahora más distanciados. …Y que mente hitleriana…, oportunista…, engañador… y que tengo mi propio sistema de persecución…, hasta cazador de los buenos e ingenuos boricuas… (inicio de la novela)
Oscar Correa Agosto nació en Ponce, Puerto Rico, en 1937. Obtuvo un Bachillerato en Artes con especialidad en Sociología de la UPR de Mayagüez, ciudad que lo nombró “Hijo adoptivo”. Es Maestro de Capellanía y completó dos Maestrías: una en Teología y otra en Divinidad. Es fundador y presidente de la Emisora de Jazz Vid 90.3, los Colegios Oscar Correa Agosto y del Centro Colegial Cristiano. Entre otros proyectos culturales de teatro y música que ha creado, se destacan: el Mayagüez Jazz Fest y el Ponce Jazz Fest. Ha publicado: Moi (2016); y Aprendí de ti, De la salsa a la zarza, El tongoneo en las iglesias, Ángeles en mi rescate y Santidad, ¿cualquiera? Es autor de canciones, biografías y libros de autoayuda; así como de cuentos, poesías y sobre 15 obras teatrales, de las cuales “El gallo Pelón” fue presentada en el Centro de Bellas Artes en Santurce y “Barro” en el Centro de Bellas Artes de Aguada.