Aries Point

Nancy Bird (Nancy Bird-Soto) nació en Santurce, Puerto Rico, en 1975 y ha vivido en el Midwest desde 1995. Es escritora y profesora universitaria. Recibió su doctorado en literaturas hispánicas de la Universidad de Wisconsin-Madison en 2006.  Ha publicado: Sara la obrera y otros cuentos: El repertorio femenino de Ana Roqué y Escritoras puertorriqueñas de la transición del siglo XIX al XX: Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué y Luisa Capetillo (The Edwin Mellen Press, 2009, ensayo); Los hipócritas de Franca de Armiño (Editorial Tiempo Nuevo, 2013, edición crítica); Put Together: A Minne-Memoir (Editorial Trance, 2014, memorias, e-book). Además, es columnista invitada de la Revista Cruce. Ha ofrecido conferencias en ciudades como: Lima, Cartagena, Quito, Santo Domingo, La Habana, Long Beach, Houston, San Antonio, Minneapolis, Madison, Milwaukee, Cincinnati, Cleveland, Toronto, Arecibo, Cayey, Mayagüez y San Juan. Su página electrónica es nancybirdauthor.com y vía Twitter puede ser seguida en @nancybird75.

Aries Point es una novela intimista, lúdica y experimental (en su contenido y en su forma), que toma como punto de partida los Sabian Symbols (símbolos sabianos) de los grados del signo de Aries. En ella, la narradora se dedica a elaborar un blog llamado Pléyades (Pleiades) y en el proceso de aprender a crearlo, ella va explorando ontologías del ser y sus maneras de sentir. Dicha búsqueda se lleva a través del dialogismo entre: anécdotas cotidianas, conexiones mitológicas, intertextualidades, voces invitadas a bloguear y un enorme deseo por jugar con el lenguaje. Así, la protagonista asume el nombre de Pleione en su encuentro de un espacio sin libretos ajenos mientras forja su espiritualidad identitaria con sus propias posibilidades. Finalmente, Aries Point, ¿es una (anti)novela o una novela (pos)moderna? Esa interrogante es una de las muchas provocaciones que nos regala este texto.

30 º Piscis

En aquella tarde perfecta, en aquel mundo sin tacha, tal como en el poema de Pedro Salinas, cerré los ojos.
Como en el momento en que me encontraba, inhalé hondo a ver si un nuevo mundo interior se expandía al grado de concretizarse en una imponente roca deslizándose hacia las profundidades marítimas. Una roca con historia, con su evolución propia, esculpida por los elementos más básicos y tallada a cada instante por el viento y la ocasional lluvia. Una roca con la cual contar. Quería que ese mundo se hiciera tangible no por ninguna pretensión de realidad absoluta, ni mucho menos para que terminara siendo otra fantasía más en el arsenal de lo intrascendente. Sólo quería que se dejara sentir, desde lo inmemorial de un cronotopos tan distante como cotidiano.
Exhalé, pues, hacia el umbral.