A tono con una larga tradición de los bestiarios medievales, y siguiendo de cerca a poetas contemporáneos como José Emilio Pacheco, la poesía de Juan Pablo Rivera se mira en el espejo de la naturaleza para descifrárnosla en un lenguaje antipoético y conversacional que se sumerge también en las aguas rituales de la espiritualidad yoruba caribeña. Equipara verso y canto sin perder de vista la dimensión queer de la loca de la casa o un fisiculturista desnudo en la playa o la constante de la familia y el sexilio. Este poemario está marcado todo por una palabra neobarroca y amorosa en el mejor estilo de un Severo Sarduy.
–Daniel Torres, Ohio University
¿DE QUé ESTÁS ESCRIBIENDO?
“¿De qué estás escribiendo?”, me preguntas
Del paisaje, claro, y del retrato
y de dios y del lenguaje y de mi madre
del solsticio—
los pinos dejan caer conos y hojas entre la arbovídea
la nube un bulbo un cirro un semillero de cohítre
Y también de la Nada, de lo Oscuro, de las vacas,
de lo nunca jamás
del prepucio, del corazón, de Lacan
y el tul del puercoespín
De la palabra exacta –la que falta– del anglicismo
de las uvas que avinagró la desidia y que los cardenales,
esos dos, volaron y
se coagularon en rama
De que la noche ideograma
que el estornino lluvia de diamantes contra el cielo gris
que la montaña el nunca, el nunca más, nunca pasó
unicornios
de que todo anda por debajo,
de que tanto el bacalao como el trazo
tienen un sabor muy intenso
de la presión barométrica, de lo mucho que me afecta
de un pequeño armagedón –íntimo e intenso–
que me ocurrió ayer,
con el café de las tres
del júbilo, de la astromeria, de como siempre quise ser topo
bajo tierra ciego atento, pura plaga y marrón y deseo
Y de las setas,
como hay hombres en el bosque que las segan
que las surten –una seta aquí, otra allá– y que se quejan
de que nuestras vidas nosotros no
podamos vivirlas en llamas, no
De febrero
De la melancolía y el hueso
De la arteria
De la yerba muerta y el Atlántico
De como ese tulipán brotó en tallo de cisne, viste?
De la espina y la violeta y de la escarcha y el crisol
y de este barrio
tan burgués, tan suburbano, este barrio
De como cuando oscurece, el murciélago caza insectos
a la luz del poste
De cenizas
De como (si no los espantara el murciélago) aquí habría santos
y alas de ángeles y lo no-dicho y habría sílabas
y sábados con lluvia y hombres acurrucándose en un sofá
con un perro entre ellos
y habría cojines y habría mantas y niños que cantan
y otros hombres apretándonos
Del color de la carne, y de la flor de tela
y de como el sol se manifiesta tras las ramas
como un pulmón que se infla,
de como la lluvia decidió caer solo a mitad
y de como yo también soy una planta perenne
que se fertiliza y se riega
De que yo quisiera un día conocer a un insecto
que nadie nunca haya nombrado
y de qué nombre de planeta le pondría
Del relámpago, la ardilla y de las mantras,
de lo monótono y triste que puede ser el verano,
del candor del mármol,
de canicas esfumándose en suelo de fresno,
de que todavía no,
de que la comida no está hecha todavía, todavía no,
de que hay que
hacerla.
Juan Pablo Rivera nació en 1979 en Hatillo, Puerto Rico. Estudió literatura comparada en Yale, Harvard y la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado poemas en Letras femeninas y Letralia, y ensayos críticos sobre literatura latinoamericana y estudios de género en Confluencia, Chasqui, Ciberletras y otras revistas académicas. En 2011 co-editó, junto a Nadia Celis, el libro Lección errante: Mayra Santos Febres y el Caribe contemporáneo, publicado también por Isla Negra Editores. La fuga de cerebros es su primer poemario